¡Corre, el tiempo se te va!
El
tiempo, es parte en la secuencia de los sucesos de nuestra vida, pudiendo de
esta manera ser ordenada en: Un pasado, un
presente y un futuro.
Las
mamás jóvenes de nuestro tiempo educan a sus hijos, tomando la sabiduría de la
palabra de Dios como guía; y está perfecto, pero habrá que añadirle sabiduría
aplicada con visión a futuro.
Ampliando
nuestra visión de esta manera, tendremos hijos (as), que no solo vivan el
presente con nosotros como padres, sino que los prepararemos para utilizar los fracasos del pasado, como algo valioso que les traerá fortaleza y victoria en su
presente.
Esto
es de suma importancia ya que nosotros como mujeres mayores, vemos que muchas
mamás jóvenes no pueden lidiar con recuerdos dolorosos.
En
el libro de Eclesiastés capítulo 3 se nos dice:
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se
quiere debajo del cielo tiene su hora”.
Quisiera
aplicarlo de una manera positiva para nuestras vidas, en cada una de las etapas
que Dios nos ha permitido vivir.
Reflexionando
en el verso 8 del cap. 3
Llama
mi atención palabras como:
“Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer”.
Cuando
un niño pequeño recibe a Jesús como su Señor y Salvador; se convierte en un
niño enseñable. Esto es que entenderá que, aunque pasen cosas en su tierna
vida que le causen odio o rencor, recordará que el “amor de Dios ya ha sido
derramado en su corazón, por el Espíritu Santo que le fue dado. Él niño podrá amar
con libertad porque tiene esa naturaleza Divina.
Como
mamá, no tengo que preparar su corazón para aborrecer a la gente, aunque cierta
gente le haya lastimado.
Entonces
tendremos niños “Sanos en su alma” contentos, porque saben que actitud tomar
para pasar por alto las ofensas; aun las que nosotros como padres les
provoquemos.
Cuando
crezcan no evitarán estar cerca de sus padres, porque saben “amar” se les enseñó desde la niñez.
Nosotros
como madres somos sus maestras. Nuestros hijos se dan cuenta de nuestras actitudes como hijas, oyen las palabras que
utilizamos para dirigirnos a nuestra madre, y fijarán en su mente y corazón palabras
de amor, estoy plantando amor, para que un día reciba amor, no malos tratos.
Que
mejor oportunidad para mostrar con nuestros hechos lo que es el verdadero amor.
Ellos podrán ver que oramos por nuestros padres, les visitamos, les ayudamos
económicamente, hablamos bien de ellos. Y sobre todo estamos con ellos en sus
momentos de enfermedad, aflicción o angustia; quizá no físicamente, pero que se
sienta el peso de tu presencia aun a través de la distancia.
¡Cuán grande será el impacto que dejemos en nuestros
hijos! Lo recordarán en su
pasado, presente y todo su futuro.
Nuestros
hijos nos amarán de manera natural, sin ser forzados a amarnos, porque fueron
enseñados a amar desde pequeños.
Ese
es, el tiempo valioso del que habla la Biblia, recordando que:
El tiempo es la secuencia de sucesos a lo largo de nuestra vida, que
afectarán positivamente el pasado, presente y futuro de nuestros hijos.
Tanto
al niño como a la niña se le debe enseñar a orar por papá y mamá, no solo por
papá. Ambos son muy importantes.
Si
en el cumple de papá hubo regalos, también en el de mamá. Aprovecha diariamente
las oportunidades para ayudarlos a crecer en el conocimiento del amor a Dios y
a sus padres.
¿Cómo
saber si nuestros hijos están aprendiendo a amar?
Analiza
sus actitudes hacía ti. Nunca digas:
“Es
que es hombre, y los varoncitos son así, egoístas por naturaleza”. ¡No! Eso no
es verdad. Necesitamos enseñar a mostrar el amor, con pequeñas acciones hacía
nosotros como sus padres.
Cuando
tus hijos crezcan y en tu pelo como una bella escarcha luzcas tus canas,
recogerás en abundancia el amor de tus hijos. Y estará tu corazón lleno de
hermosos actos de amor, que se evidencian en tu presente, serán los frutos, de
la enseñanza a tus hijos en el pasado. (Doy gracias a Dios, porque ese amor lo
estoy recibiendo en abundancia).
Si
esta manifestación de amor no está ocurriendo actualmente en tu vida, no te
aflijas, también hay un tiempo para empezar a “Plantar”.
“Corre, el tiempo se te va.”
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