Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo. No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude. Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía. David describe en estos versículos del salmo 22, el sentir de Jesús. El tormento al que había sido sujeto, y aceptado voluntariamente, por amor a nosotros los pecadores. “Mas tú, Jehová, no te alejes; Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme”. Más Jehová, quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento, Hasta que hubiere puesto su vida en expiación por el pecado. Dios Padre mostró su amor hacía nosotros los pecadores, al enviar al mundo lo más cercano a su corazón. “Su amado hi
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