Perdió a su hijo, en un instante

                                                          


En 2ª. Reyes 4 se nos narra la manera en que Eliseo intercede a favor de la mujer Sunamita. Esta mujer no tenía hijos, y científicamente hablando, no tenía probabilidades de procrear uno, porque su esposo ya era anciano.

Y le dijo: “El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.

Más la mujer concibió y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho. La Biblia no nos narra cómo fue la relación madre e hijo, pero seguramente le abrazaba, besaba y hacía todo lo que una madre hace. Ninguna madre puede imaginar lo que pasará en la vida de sus hijos, ella solo vive el presente, sin pensar que un día repentinamente puede perder a uno de sus hijos de forma inesperada. La mujer Sunamita solo tenía un hijo así que se dedicó a cuidarlo de manera esmerada.

Y el niño creció y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! y el padre dijo a un criado, llévalo a su madre. Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía y murió.

Se relata como algo tan… ¡repentino! No hubo tiempo de nada, ya que no fue como resultado de una enfermedad que el niño hubiese padecido. Ningún ser humano tiene control sobre la vida terrenal, solo Dios. “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte”.

Sin embargo, la escritura nos deja ver la reacción de esta hermosa mujer ante el acontecimiento más trágico de su vida. Perdió en un instante a su único hijo, sin causa aparente de muerte, era “un simple dolor de cabeza”.

Ella entonces subió y lo puso sobre la cama del varón de Dios y cerrando la puerta se salió. No se quedó al lado de su hijo quien ya había fallecido, tampoco fue a dialogar con su esposo sobre tal acontecimiento; sino que salió con toda su fe a buscar ayuda de aquel varón de Dios, que tiempo atrás, había sido usado por Dios para llenarla de gozo 

Esto nos lleva a meditar que nosotros como madres no debemos desperdiciar ni un momento; no solo para instruir y educar a nuestros hijos, pero igualmente importante será: “Abrazar, besar y hablar con nuestros hijos”. Nunca sabremos si esa frase de amor que les dijimos será la última que quede en nuestro recuerdo; alejemos las palabras ásperas de nuestra boca, los gritos, los golpes que lastiman tanto a nuestros hijos.

No te niegues la bendición de ser una madre Bíblica, que no solo instruye al niño, sino que lo educa con su ejemplo, para que el niño pueda ver, que lo que le dices, lo apoyas con tus acciones para con él.

Al encontrar a Eliseo ella le dijo: ¿Pedí yo hijo a mi Señor? ¿No dije yo que no te burlaras de mí?

Ella no entendía cómo Dios le había regalado un hijo y ahora se lo quitaba. Eliseo tampoco entendía ya que Jehová no se lo había revelado. Pero aprendamos de esta mujer que aún sin entender la razón por la cual su hijo ya no vivía, buscó “ayuda para su dolor”. Nosotros ahora somos privilegiados porque podemos entrar confiadamente al trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. ¡Gloria a Dios!

Si seguimos leyendo la historia podremos constatar la misericordia y fidelidad de Dios. ¡Su hijo vivió!


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