¿Qué hizo Jesús, en medio de una situación difícil?
Cristo
en los días de su carne, ofreciendo ruegos y suplicas con gran clamor y
lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor
reverente.
¿Has llorado? Jesús también lloro, y rogó y suplicó, al
que lo podía librar de tan tremenda aflicción. No solo eso, sino que sabía con
certeza a quién se dirigía, y decía: Padre,
todas las cosas son posibles para ti, aparta de mí esta copa; más no lo que yo
quiero, sino lo que tú.
Oremos al Padre, recordando que estamos orando al mismo
Padre a quién Jesús oró; de manera que podemos llorar, rogar y suplicar ante él
de la misma manera que Jesús lo hizo. ¡Con
temor reverente! Esto es, reconociendo su Majestad, Poder y Santidad.
Aunque mi corazón este dolorido dentro de mí y sienta que
las aguas han entrado hasta el alma, que no puedo hacer pie, porque estoy
hundida en cieno profundo; desde ahí me levantará mi Dios con su gran poder, me
escuchará por la abundancia de sus misericordias, me sacará del lodo y seré
libertada de la angustia. Apresúrate, óyeme, acércate a mi alma, no te
detengas, sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente.
Mi confianza sigue en ti, nada ha cambiado respecto a mí,
“Tú eres mi tesoro”, te alabo y
agradezco por la respuesta que vendrá de ti; no sé si apartarás de mí este problema,
pero, que no sea lo que yo quiero sino lo
que tú quieres.
A más de esto, Jesús
pidió ayuda de otros en oración. Tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó
a entristecerse y angustiarse. Y les dijo: Mi
alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
Puedo imitar a Jesús y “pedir ayuda en oración a mis hermanas en la fe”; cuando esté pasando
por tribulación y angustia. No es bueno pasar la prueba sola “busca ayuda”.
Jesús fue tratado como un ladrón, cuando él nada había
hecho, y les dijo: ¿Cómo contra un ladrón
habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día estaba con vosotros
enseñando en el templo y no me prendisteis.
¿Te están tratando mal en el trabajo? ¿Te ofenden? ¿Te
insultan? ¿Te discriminan? ¿Te ignoran? ¿Te menosprecian? ¿Se burlan de ti?
¡No te sorprendas! Es necesario que pasemos por diversas
pruebas, para que nuestra fe sea fortalecida. Nunca pensemos que Dios nos ha
dejado ¡No! Es cuando más cerca está de nosotros, apoyándonos en nuestras
luchas y haciéndonos sentir que no estamos solos.
No puedo imaginar lo que sintió Jesús cuando comenzaron a
escupirle, a darle de puñetazos, bofetadas y todo por contestar afirmativamente
a la pregunta del sumo sacerdote cuando le dijo: ¿Eres tú el Cristo? ¿El Hijo
del Bendito? Jesús dijo: “Yo soy”.
Recordemos que Jesús fue experimentado en quebranto;
así que, él sabe con certeza lo que estas sintiendo. Descubre tu corazón ante
él, exponle tus heridas, deja que él te examine cuidadosamente, limpie y vende
cada herida.
No siempre se nos va a revelar la causa de la prueba;
Dios no nos está pidiendo que nos preguntemos: ¿por qué me pasa esto a mí? sino “¿Cómo llevaré honra a tu Nombre en
medio de este caos?
¡Ayúdame mi Dios! Reconozco mi debilidad ante ti, sé que soy
polvo y tú el Todo Poderoso; descanso en tú Poder y ruego fortaleza para pasar
la prueba en victoria.
Finalmente, mi Jesús vio el fruto de la aflicción de su
alma. ¡Y quedó satisfecho! “El fruto
somos nosotros los redimidos” ¡Gloria a Dios!
Comentarios
Publicar un comentario